lunes, 13 de septiembre de 2010

Apología de Pocholo.

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Somos una multiplicidad de personalidades. Nuestras acciones estan dirigidas por una multitud de distintos personajes, como una convención de almas que van tomando las decisiones que luego nuestro cuerpo ejecuta. Siempre alguna de las subpersonalidades tiene preponderancia sobre las demas a la hora de decidir qué hacer, y van cambiando su orden a lo largo del tiempo. La bipolaridad es en realidad una multipolaridad, que va oscilando entre extremos.

Hoy fallecio mi abuelo Nicolas. Lo llamábamos Pocholo, y era un personaje conocido en el barrio por sus excentricidades y sus conocimientos, por su generosidad y su empuje proactivo. Yo siempre lo habia admirado, y era un referente con quien me identificaba. Él me heredo el espíritu chatarrero de querer reparar y mejorar los productos de manera casera, contando siempre con herramientas y enseñandome a usarlas correctamente. Siempre vi en él un ejemplo acerca de cómo resolver un problema, buscando primero la simpleza y funcionalidad, aplicando el ingenio y la creatividad con prolijidad y paciencia.

Era la cabeza de la familia. Su altura y su tamaño robusto, sus facciones y su semblante de lider...todo coincidian con su espiritu autoritario, totalitario pero generoso y caritativo. De entre todas sus personalidades, que afloraban según el día y la hora, había una que menos me simpatizaba, que era algo asi como la de un general nazi exiliado. Su espiritu simplista a la hora de hacer analisis logicos y su presunción de ser el defensor de la unión y organización familiar, lo posicionaron en un rol de jefe y comandante que jamas fue cuestionado. Su intención de ser el centinela de la familia, ademas de su admiración por las herramientas precisas y bien aceitadas, habian contribuido a que fuera construyendose un arsenal casero de armas de fuego. En su mente rebuscada pero simplista, estaba la clausula principal de ser el principal defensor, general y soldado que iba al frente de batalla, cada vez que un problema amenazaba potencialmente a la familia. Hoy lo cuento como anécdota pintoresca, pero habia armas peligrosas y mortales escondidas en cada rincón de la casa. Nunca nosotros aceptamos que hubiera tantos objetos de muerte tan al alcance de la mano y en tantas habitaciones. Pero nos dejabamos defender por sus intenciones. Era común y hasta gracioso, en sus mejores épocas cuando todavia estaba en su plenitud fisica, verlo salir desaforado cuando escuchaba sonar la alarma de alguna de las casas de la familia, con sus dos perras salchicha totalmente desquiciadas y a los ladridos, y él cargando hasta 3 armas, pistolas de grueso calibre, una en cada mano y otra en la cintura, como si fuera en busca de su batalla final, para inmolarse en sus convicciones y en su mision, como un soldado heroico que busca la muerte en el campo de batalla. Una locura visto desde ahora, pero en esos días esa era la realidad que me rodeaba.

Hace algunos años habia estado al borde de la muerte. Unas operaciones de emergencia e incontables transfusiones de sangre lograron salvarle la vida. Pero habia perdido una pierna. En cuestión de dias habia pasado de ser del centinela principal de la familia a ser un viejito postrado en su cama, recuperandose de una intervencion quirúrgica. Era una tarde de domingo, de esas en donde en el barrio se duerme la siesta, y el estaba echado irremediablemente en la cama, mientras mi abuela dormia en la otra habitación. Ya en esos días previos en donde él estaba aún internado, nos habíamos sorprendido de la cantidad incontable de armas de fuego que habiamos ido encontrando escondidas en la casa. Se las retuvimos, porque obviamente considerabamos que no era buena idea que siguiera con esa intención luego de semejante operación que casi le cuesta la vida.
Pero esa tarde el iba a tomarse finalmente su revancha. Unos muchachos entraron por los techos de la casa, y se metieron a robar. Cuando lo vieron tirado en la cama, un viejito inofensivo sin pierna y con el suero al lado, no sospechaban que detras de ese cuerpito anciano casi apagado habia un fuego interior que habia estado esperado toda una vida por explotar. Siguieron buscando en otras habitaciones, pertenencias para robar o gente para retener. Pero cuando volvieron a ingresar a su habitación, ese viejito se había echado sobre su comoda, había sacado un chumbo reluciente y de calibre más que generoso, y ahora era un soldado desquiciado dispuesto a todo para "salvar a la familia". Creíamos que le habiamos quitado todas sus armas, pero evidentemente eran más de las que creíamos. Fueron dos tiros al techo cerca de sus cabezas, infernalmente ruidosos y aterrantes, y los ladrones escaparon despavoridos, jurandose andar con cuidado ante tanto viejito loco suelto.
Esa tarde yo no lo podia creer: no solo nos habia burlado, logrando ocultarnos sus armas mas cercanas. Habia vuelto de la muerte, sin una pierna, y aún asi se habia demostrado a si mismo que su presencia era necesaria, que su busqueda de la defensa y el orden familiar era algo con fundamento. Nunca había tenido un enfrentamiento armado para defender a la familia. Y ahora que estaba en sus peores condiciones, despues de la muerte y desmejorado, habia realizado una acción que justificaba ante su realidad todas sus locuras nazis previas.
Me sentí en deuda con él, quería reconocerle sus acciones, pero no podia aceptarle sus valores totalitarios y su apego por las armas de defensa y muerte.

Sin pensarlo dos veces, ese día le escribí el siguiente cuento, dejandome llevar por las grandes enseñanzas que él me habia inculcado, cosas positivas de un hombre inmenso que ha logrado trascender con su presencia y sus acciones a varias generaciones. Hoy sus enseñanzas y consejos se hacen presente en cada uno de mis actos, y son esas explicaciones que pacientemente me fue dando a lo largo de los años las que me permitieron llegar a ser lo que soy, a crear lo que doy.


Apología del cuartito.



Una defensa de esta índole hubiera sido preferible tiempo atrás, cuando aún era un ente existente. Ahora sería más adecuado calificarlo como un homenaje tardío o tal vez un intento de embellecer un lugar del pasado. Cabe destacar que mi pereza mental y mi brazo recién operado van a hacer todo lo posible para que estas líneas no cumplan su objetivo, lo cual mucho no me importa; a cambio, durante el camino voy a sentir el regocijo de viejos recuerdos q mi memoria va a ir evocando y rescatando de un olvido tal vez eterno.

Tal vez su error fundamental fue justamente el inicial, su localización. Siendo El Cuartito un pequeño universo paralelo en donde la entropía aumenta a pasos agigantados sin detenerse, nunca iba a ser bien visto que su puerta de acceso se ubicara en el centro de una casa de familia. Las puertas de las viviendas suelen conducir a baños, habitaciones con camas, salas de estudio, comedores, cocinas, armarios, play rooms, garages, y a otros innumerables (e innecesarios) espacios que la sociedad occidental nos indicó como apropiados para tener. Pero jamás un acceso a otra dimensión. Por eso siempre fue de esperarse que los intelectos mundanos cuestionaran y desaprobaran su existencia, exigiendo en reiteradas ocasiones a su creador que deshiciera su obra.

No sin motivos definí al Cuartito como un pequeño universo paralelo. Motivos que generaron asombro en mí desde la infancia, y que tal vez sean los mismos que produjeron el desprecio de los demás. Era un cuarto de cuatro paredes, techo blanco, ventana y piso de parquet descuidado. Nada que llegara a sorprender francamente. Lo curioso era lo que sucedía en su interior. Originalmente usado como deposito de "cosas", su inventario con el correr del tiempo fue creciendo. Si, uso el termino COSAS porque no encuentro otro sustantivo que pueda abarcar todo el espectro de clases y tipos de objetos que en su interior podrían llegar a alojarse. Había desde herramientas hasta un gran mapa azul, pasando por lamparitas, amortiguadores viejos, caños, maderas, tornillos, afeitadoras, fotos y diapositivas de eventos pasados, libros, encendedores, filtros de aire, garrafas... cualquier objeto que la imaginación pudiera concebir se encontraba en ese cuarto, si se lo buscaba con la paciencia apropiada. Fue en virtud de esa observación y de un pequeño detalle, que finalmente llegue a comprender lo asombroso del Cuartito. Día a día su creador depositaba nuevos objetos en el, casi de manera religiosa. A veces eran cámaras de bicicleta, otras era un motor de secador de pelo, otras un juego de llaves sin cerradura. No importa que cosas eran, sino su implicancia general: Si bien el espacio determinado por las 4 paredes techo y piso era finito, parecía nunca llenarse, sin importar el volumen de objetos ingresado. Quiero aclarar que soy un buen observador y simpatizo con aplicar el método científico, para que no queden dudas de que tal vez fuera una exageración mía o un error de cálculo. Durante largas horas intente contar y catalogar los objetos que había en su interior, tal vez con el solo objetivo de poder obtener al menos una cifra aproximada del inventario. Fue una tarea imposible, que abandone al comprobar que la cantidad de objetos contados que llevaba hasta el momento era mayor que la cantidad de cm3 que poseía el cuarto...y para mi sorpresa, no había logrado aún vaciar ni un estante por completo. Fue entonces cuando pude conjeturar una estremecedora verdad: el cuarto era finito en espacio, pero infinito en capacidad. ¿Acaso desde cuando existía? ¿Alguna vez estuvo vacío? ¿Cual era el secreto de su funcionamiento? Con el tiempo comprendí que de nada servia buscar las respuestas a estos interrogantes, y que con solo plantearlos y aceptar las verdades que este extraño lugar me demostraba ya era suficiente.

Eternas tardes habré pasado en su interior. Ese pequeño universo tenía características asombrosas para un chico con ganas de descubrir. Ya sinceramente no pensaba en la idea de que el flujo continuo de objetos que mi abuelo iba depositando día a día fuera a llenarlo alguna vez. Había aceptado la idea de su infinitud, y veía con simpatía como cada día aparecían nuevas adquisiciones, para luego ser sepultadas por las que le sucederían el día después. La cantidad de cosas era infinita, que sentido tenía depositar más? No lo se, pero seguramente su Creador si. Otro dato curioso: nunca llegue a entender como mi abuelo podía localizar cada objeto con exactitud y precisión, más allá del carácter infinito del inventario, que se encontraba disperso en el más aleatorio de los órdenes. Inevitablemente tengo que citar a mi mamá, o para entender mejor esto, su hija: "el desorden es un orden que no comprendemos"

Erroneamente llegue a creer en esos días de infancia que si la cantidad era infinita, entonces podía llegar a encontrar cualquier cosa. Digo "erroneamente" porque fue una conclusión que teoricamente no debería cumplirse. Para echar el enunciado por tierra un ejemplo: en el cuarto podría haber infinitos tornillos, o sea, infinitos ítems, pero sin embargo jamás podría encontrar una tuerca. Igualmente, más allá de las falencias lógicas de mi teoría infantil, el enunciado parecía cumplirse empiricamente. Como dije unas líneas mas arriba, era cuestión de paciencia para encontrar lo que uno buscara, por más absurdo que fuera. Era habitual en mí, a la hora de resolver un problema o arreglar algo, sentarme en el medio del Cuartito a observar y a pensar, en busca de una solución, de algún objeto que sirviera para tal fin. Como por arte de magia el procedimiento funcionaba, y tarde o temprano siempre obtenía lo que necesitaba. Sinceramente nunca supe si mi pensamiento y la solución al problema de turno era una Causa o una Consecuencia del objeto encontrado en el cuarto. Tampoco me importo demasiado, pues lo que buscaba era la solución y el objeto asociado, y esta dupla siempre se hacia presente.

Además de su carácter asombroso como deposito infinito de ideas y soluciones (o de objetos, como prefiera el lector), el cuartito también servia para aprender. Conservo en lo mas profundo de mi memoria las horas de lectura en su interior, de una enciclopedia que ya no esta. Jamás pude acceder al primer tomo, (A-Am), que había sido robado con anterioridad (o tal vez estaba oculto bajo una cantidad incontable de objetos), pero los otros fueron leídos y releídos innumerables veces. Las puertas de la ciencia se abrieron por primera vez ante mí en ese lugar, en esos días. Ahí aprendí cuestiones tan interesantes e inútiles para la mayoría, como a fabricar un electroimán, a calcular la distancia que cae un rayo por el sonido del trueno, a hacer reacciones químicas como la de la pólvora o a contemplar el cielo y las estrellas con el respeto y atención que se merecen... Aun me puedo observar junto a mi hermano mirando atentamente aquel gran mapa azul que colgaba de la pared; creyendo que la Antártida era una gran franja continental que se extendía en el sur como el fin del mundo, y que Groenlandia era una isla de un tamaño mayor a nuestro país. No éramos concientes de que era un error inevitable en los mapas planos, pero en cambio podíamos vislumbrar la inmensidad de nuestro mundo, y los infinitos caminos que se podían recorrer, que era lo que realmente importaba saber. Como mencione antes, en el Cuartito se podían aprender cosas maravillosas...las ideas crecían y florecían de una manera grandiosa en ese mundito tan apropiado para tal fin.

Demasiado tarde fue la escritura de esta apología, y el Cuartito ya es sólo un recuerdo. Meses difíciles en tiempos de cambio lo vieron desvanecerse, perder su fabuloso desorden y cerrar las puertas de ese fantástico universo para verse convertido en un hermoso, limpio y ordenado cuarto de huéspedes. Algo mas adecuado para ese lugar de la casa dirían todos... yo no lo se.

Seguramente el lector dudara de la veracidad de mis conclusiones, aduciendo que una habitación poblada de una infinidad de objetos requeriría un tiempo infinito para ser vaciada. Esta duda seria echada por tierra si conocieran al que realizo tan monstruosa tarea. Se lo conoce como "El Iluminado", y es tal vez la maquina de trabajo mas perfecta que haya visto jamás. Especializado en tareas simples, y acatando ordenes que deben ser precisas y acotadas, este hombre es capaz de realizar dichas tareas en tiempos record, bajo las más insalubres condiciones de trabajo y sin descanso. Tuve la suerte de verlo desempeñarse varias veces, y siempre me sorprendió habiendo terminado sus encargos antes de lo previsto. Nunca pude verlo en el momento exacto en que concluía, por lo que existe la posibilidad de que ese tiempo sea nulo... conclusión evidente: nada mejor para vaciar un cuarto de objetos cuya cantidad se presume infinita, que un trabajador con una velocidad de desempeño que supera cualquier límite conocido.

Cálculos al margen, la tarea fue finalmente concretada, y el Cuartito vio como sus innumerables y apreciables bienes eran depositados en otros lugares, ordenados de maneras aun más incomprensibles y en el peor de los casos arrojados a la basura. Sus tiempos de apogeo, su reino del desorden absoluto y de abundancia terminaron. Pero su fin se cumplió con creces. Las mentes de quienes supimos visitarlo fueron empapadas con su sabiduría, y sus estantes superpoblados de ideas y soluciones (o de objetos) aun se hacen presentes en mi cabeza cada vez que debo resolver un problema. Así, de la misma manera en que antes encontraba el camino a seguir mediante la observación de ese desorden, sentado en el suelo, ahora lo obtengo invocando ese recuerdo. Los estantes están ahora a salvo aquí en forma de ideas, pensamientos... A salvo de los "Iluminados", en un mundo donde los infinitos son facilmente comprensibles.

Nicolás Masuelli.

22-11-06

Rosario, Sta. Fe, Argentina.


5 comentarios:

Bubi dijo...

SIMPLEMENTE hermoso Nico!!! :)

Javier dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Javier dijo...

Chau... me trajiste un montón de recuerdos. Me siento re identificado. Mi abuelo también tenía un cuarto donde pasaba la mayor parte de su tiempo, ordenando cosas que encontraba, guardando cosas rotas, reparando a su forma. Creo que de la familia yo era el único que comprendía porque hacía lo que hacía, porque no mandaba a encuadernar los coleccionables de los diarios, sino que se las ingeniaba con ganchos y pegotes él mismo; porque hacía marcos de cuadro con pedazos de madera encontrados... era la actividad lo que él disfrutaba, y yo observándolo y aprendiendo. También recuerdo la mutilación del cuarto una vez que ya había partido. "Cuanta basura" decían todos y tenían razón, pero si tan sólo hubieran pasado una tarde completa allí les hubiera quedado algún producto en su interior... Muy bueno che, seguí escribiendo.

Saludos,
Javier

Anónimo dijo...

Hermoso poema:

Los estantes están ahora a salvo aquí en forma de ideas, pensamientos... A salvo de los "Iluminados", en un mundo donde los infinitos son facilmente comprensibles.

Esos lugares mágicos son patrimonio de las familias ¡¡¡

Lo mio fué un cuartito donde se planchaba sobre el escritorio de mi abuelo y un viejo galpón en el fondo del patio, horas y horas sin la play ¡¡¡

Fido de Cayuqueo

Anónimo dijo...

Hola,
En mi trabajo he visto usar la madera del palosanto como buje autolubricante que reemplaza perfectamente al bronce sinterizado.
Trabajé en una fábrica de bujes sinterizados de metal-grafito y descubrí con sorpresa que algunas máquinas provenientes del norte de nuestro país usaban ese material en vez del bronce.
Quizás puedas reemplazar otras piezas y usar aún menos metal